MADRE, SUEÑA MI PRÓXIMO NACIMIENTO.



Fuimos sobrevivientes de un destino que mordía los tobillos, gracias a tu andar en un camino que erizaba  sus espinas, superamos la jauría de infortunios. Con voz firme domabas las fieras que intentaban profanar el cubil de tus cachorros. Eras poeta con acciones, sin palabras, ni pluma, escribías tus líneas con la mirada. Leíamos tu voluntad y se acataba, sabíamos la pena que se dictaba, la balanza de la justicia enarbolabas en tu mano derecha.

De simples niños a adultos trascendimos, la juventud de ti se fue alejando, tu frente le  hizo reverencia al tiempo,  volaron primaveras y la nieve del invierno se apodero de tu pelo y las golondrinas en cada primavera encontraban un roble con menos hojas, pero aun podía sostener sus nidos.

- No entiendo  porque el tiempo no premia a esos árboles que tienen un corazón de acero, con sentimientos de terciopelo… a esos árboles que mueren de pie; - te pido tiempo, les concedas conservar sus hojas, flores y nidos como galardón de una competencia terminada y permitiendo, como colofón, que el aroma de sus flores duerma en las nubes, sin calvario, pero  si con canto de gorriones.

- Los arboles fuertes mueren de pie, sin sus hojas, pero resguardando firmemente sus nidos, atrayendo a las golondrinas en primavera y su voz se sigue escuchando como canto de gorriones. 

Hoy, un gorrión vino a musitarme al oído, me  recordó que duermes en las nubes y nos dejas tu esencia en el fresco rocío de la mañana.

Madre, vives en mis recuerdos, como yo vivo en tu sueño eterno, duerme tranquila en tu nube, sueña…sueña… mi próximo nacimiento y cuando despiertes, sé que me volverás a tomar de la mano.

Derechos de autor: Juan Hernandez.
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