Dios te dio alas para llegar al cielo.






Tu último deseo fue volar y el fuego retiro la armadura que cubría al ser divino que irradiaba luz a través de ella.


Mandaste traer el viento y planeaste suavemente como gaviota en aquel frío invierno, las aguas del río y el mar deseaban tu calor y sutilmente te posaste entre ellos.


Te tomaron en su regazo, cediendo  tu calor a sus frías aguas y sumergiéndote en su fondo para vestir con tu belleza las arenas infértiles, que al cederles la riqueza que lleva tu esencia, serán capaces de quedar en cinta para dar vida.


Tan amada eras que los cuatro elementos te abrazaron...




Ese 20 de noviembre no se olvida en el cielo, pues una estrella fue supernova, no soporto los celos que DIOS te eligiera como la estrella más bella del cielo. La luna, no quiso usar el crespón, por el contrario, ese día al dormir el sol, cuando ella salió, vistió con un bello celaje al crepúsculo y la noche regalo bellos sueños que construyo con tus recuerdos.



La escalera sigue firme y el árbol genealógico retoñando, desde halla debes estar orgullosa de tu obra de arte.


Madre...para ti es todo este nudo amoroso en mi garganta.



Derechos de autor: Juan Hernández.

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