Supe de ti.
Supe de tu existencia cuando tocaste mi corazón y lo
reiniciaste, desde ese momento la vida tuvo otro sentido, pude sentir que te paseabas por el viento, silente pero
prestando tu voz a las miradas con hambre de ternura deslizándote a través de
la inspiración de corazones nobles y
murmurando esperanza a la humanidad cada que el astro rey acaricia la
vida y da esperanza con su luz.
Supe de ti cuando vi que las cosas imposibles las
conviertes en milagros usando las herramientas más comunes; nuestras manos. Nos hablas al oído para que volteemos a ver a
nuestro prójimo necesitado, aunque a veces nos volteamos para otro lado
pensando que no está en nuestras manos, sin embargo, con un simple toque a nuestro
corazón inspiras la necesidad de prestar nuestra voluntad a la magia de
tus milagros.
Supe de ti cuando comprobé que todo lo ves, porque estas
en todas partes, pues nuestra conciencia es tu pupila. Hacemos el bien y lo cantamos, sin saber que tú lo hacías
sin esperar nada a cambio, el pago de
nuestras acciones viene en camino.
De nada sirve leer libros “inspirados por ti” que probablemente sean apócrifos con nobles
intenciones, si no aplicamos lo que dictan y solo interpretamos sus letras a
nuestra conveniencia.
Los cánones dicen que debo repetir una letanía para que tú la escuches, pero también la
repite el piloto cuando suelta la bomba, exterminando a sus hermanos que
también son tus hijos, no saben que tu no
las escuchas si no salen del corazón con buenas intenciones… platicar contigo
es mi oración.
He decidido abrir mi templo en el corazón, en él se profesara la única religión, la que tu fundaste, “El
amor al prójimo” donde la única regla es amarnos los unos a los otros, sin
diezmos, sin pecado original y sin parábolas que dejan verdades en el aire usadas para manipular voluntades,
todos en el fondo sabemos que tus metáforas están en cada respiro, en el
amanecer y en los sueños donde tú nos contagias la pureza que invade tu corazón
y nos enfermas de esperanza.
Injustamente dejamos tu corazón huérfano y al final de
cuentas tus latidos hicimos brotar con la punta de la lanza, purificando y dando
vida al mundo con ellos.
Los templos de piedra
con el tiempo solos caerán y el mío solo tu podrás derribar, será
entonces que nos encontremos sin
letanías, hablando como siempre, tu sin palabras y yo con mis acciones.
Los ojos al cielo siempre alzo para platicar contigo mi
eterno amigo, después inclino la cabeza como signo de humildad y para ver por
dónde me van llevando tus huellas, quiero seguirlas, DIOS, supe de ti…cuando
reiniciaste mi corazón.
Autor: Juan Hernández
País: México.
Información de registro
Safe creative
Identificador 2004023538876
Fecha de registro 02-abr-2020 4:04 UTC
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