El manto de la noche.



La noche teje su negro manto cobijando la rutina, los decibeles se apagan durmiendo el cotidiano ruido y los murmullos trasnochados empiezan a despertar.

La vida se aletarga en la ciudad, el cielo enciende candiles y  a la luna en su nueva etapa le toco sonreír, mientras los sueños empiezan a volar como aves nocturnas, albergados en la inconsciencia de los que son absorbidos, por el sopor del negro manto.

Yacen besos perfumados que fueron abandonados en las mejillas, mientras el tiempo se detiene  en los sueños, pues ahí no hay límites y a la vez no hay grandes senderos por recorrer, pero el mundo lo forma un gran universo.

Después, sucede un accidente, un chispazo tira de una hebra, el manto de la noche se desbarata, los candiles son opacados por el sol,  el reloj empieza a apurar, los parpados develan las pupilas y el estrés ataca al iris expandiéndolo y dejando escapar los sueños, transformando nuestro universo noctambulo, en una simple esfera que deambula en el inmenso universo.

Nuevamente, los ríos fríos de la humanidad corren por las calles, los decibeles taladran el sendero auditivo y muy a pesar del astro rey, el neón ilumina las oficinas.

¿Por qué la realidad no la podemos manejar como un sueño?   


INFORMACIÓN DE REGISTRO
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Identificador: 1904290773219
Fecha de registro: 29-abr-2019 0:35 UTC
Licencia: Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivatives 4.0
Autor: Juan Hernandez 

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