Dulce derrota.
Me dijiste, “nunca podrás decir que has vivido, mientras no sea yo la razón del latir de tu corazón”. Desde entonces iniciaste una guerra, me atacaste con palabras dulces que me llevaron hacia apacibles abismos. De su virginidad despojaste a mis mejillas con besos consagrados que nacieron solo para eso. De besos sin rose inundaste la brisa con tantos suspiros hasta que el deseo los hizo suyos mientras tus dedos hurgaban mis secretos al tamizar mi pelo. Y con encuentros casuales la audacia del amor burlo a mi corazón. No sé cómo te sientes, pero yo me siento perdido, no sé cómo evadir tus estrategias, quiero encontrar una razón para ganar esta batalla, pero como entre trincheras en tus abrazos me pierdo. Ya siento el sabor de mi derrota y el sabor de esa dulce humedad que surge entre comisuras, extraviándome en mis sueños tan solo para encontrarle un motivo a mi existencia. Quiero dibujar en el cielo tu rostro y borrarlo para reiniciar mi juicio, pero al borrarlo se queda el brillo de
